"Si te empiezas a sentir como un dios probablemente estés convirtiéndote en uno".

lunes, 16 de febrero de 2009

Sobre Bareto y su sonido cumbiero

Llegué a Sonidos del Mundo la última tarde y me encontré con Bareto en algo que parecía ser un especial sobre ellos y estaba en lo cierto. Mi apreciación de Bareto siempre ha sido un tanto distante, algo -que trataré de dilucidar en este escrito- siempre ha hecho que no me convenza del todo, o apenas, siquiera.
Y para ello hablaré del Bareto de hoy. No iré tanto por su historia que de hecho es importante para conocer su camino y su proceso evolutivo (o involutivo, eso es subjetivo), porque es el Bareto que yo conocí y no el anterior eminentemente más jamaiquino.
Bareto no es definitivamente como esas orquestas de dizque cumbia que abundan en la actualidad en el País, cuyas características principales son, para mi, esa plasticidad y comercialidad desdeñables; ese hablar de "amor" que solo se lo permito, quizás, a la salsa romántica o sensual o whatever y principalmente -oh, amor por la verdadera cumbia y por la chicha- esa cosa horrible que solo porque lleva rítmo de cumbia ya le llaman así, que es lo que menos soporto de todo ello, además de tener que escuchar estupideces como "ojalá que te mueras y waca waca waca": el colmo absoluto de la materialidad, de la instrascendencia, de la potencialización de los egos, yoes, del apego a lo mundano y terrenal, a las emociones vanas y esclavizantes.
Ojalá fuera como en los días de la tecnocumbia cuando Agua Marina y Armonía 10 o Néctar sonaba en las radios y se sentía en ellos el Ande siempre presente, en sus escalas, en sus armonías u ojalá hicieran como Calle 13, por tomar un buen gran ejemplo, que se sirve de la megaproducción para lograr un gran producto artístico y no para vender, que se sirve de las grandes discográficas no para lograr -únicamente- lo que ellas desean (vender) si no lo que ellos desean: hacer música de verdad, música que trascienda.
La "cumbia" norteña no tiene ese arte, ese amor, ese sentimiento que para mí debe tener toda la música, comercial o no, obligadamente, más aún si se trata de música popular. Bareto tiene eso, en cierta medida, pero a mis oídos y a mi corazón hay aún un algo que no llega a convencerles o un algo -o varios- que faltaría(n) para que se sienta dentro algo de verdad consistente.
Aún hay ahí un desencanto, un sinsabor. Bareto tiene la esencia del sentimiento que existe dentro del rock, y aún más, Bareto hace música, Bareto no piensa en etiquetas, que es lo que todo músico debe hacer. La música es una sola, no importa como suene, lo que importa es que se haga con amor y se entienda que no se está haciendo cualquier cosa, se está haciendo algo que de alguna forma une a los seres consigo mismos, entre sí y que nos conecta con la divinidad y con el Cosmos todo.
Bareto ha entendido lo psicodélico de la cumbia amazónica. Y quizás también haya entendido la chicha o esa impresión me da al escuchar esa intro jazzeada que le hacen a El aguajal de Los Shapis. No está de más hablar de que la costa -Lima, la gente blanca y todo aquel que excluye racistamente- puede abrazar eufóricamente a la cumbia amazónica y a Juaneco y todo el rollo aquel, y puede abrazar esa dizque cumbia norteña de la que ya hablé pero mientras no abrace a Chacalón y no abrace a Los Shapis -al menos- pues no significa casi nada. Y esto por hablar del fenómeno todo aquel que envuelve a Lima desde hace no mucho, y no tanto por hablar de Bareto que, en efecto, coloca su cuota para poner en valor aquella chicha que la Lima más reaccionaria -y no tanto- ha desdeñado siempre.
Sigo escuchando El aguajal interpretada por ellos y al fin -aunque ya se me había pasado por la mente cuando veía el programa de Mabela Martínez y aunque la versión sea muy buena- di con ese elemento dichoso que hace que su música no me convenza del todo: la creatividad. El guitarrista del Bareto puede manejar una técnica que ya quisiera tener yo y de la que carecemos muchísimos músicos, pero no tiene una gran creatividad y creo que eso se lo transmite a la orquesta toda y ese termina siendo su mayor problema. Poco importa la técnica y el virtuosismo si es que no hay creatividad, más allá de las ganas de hacer algo distinto, que también son de gran importancia.
Hace algunos días me encontré en la tele con Rodolfo Gaitán Castro interpretando un tema de su nuevo álbum de cumbia que me parece que aún no sale, titulado Las vueltas de la vida y fue una gran decepción escucharlo. Esperaba algo mucho mejor, más que aceptablemente bueno y al menos ese tema no llega ni de lejos a eso. La canción -no recuerdo el nombre- era plana, sin sentimiento, sin pasión, hasta sin amor diría. El cantante y compositor asegura que para la realización de dicho álbum hizo un gran research de las distintas vertientes de cumbia del País. Pero francamente no se nota, no se siente. Me gustaría escucharlo por entero para poder criticarlo con mayor fundamento y no por solo una canción, pero es un claro ejemplo de lo que pretendo decir sobre Bareto en este escrito. Con aquella canción de Gaitán Castro sucede algo mucho peor que con Bareto en sí y es que si en este último hay cierto sinsabor, en el primero hay un gran desconvencimiento, se siente menos amor, menos creatividad que con el combo, aún.
Escucho El embrujo interpretada por Bareto a rítrmo de ska. Esa canción en su versión original la detesté desde la primera vez que llegó a mis oidos hace muchos meses. Indefectiblemente me recuerda a aquellas madrugadas hace varios meses viajando en combi por la Carretera Central mientras regresaba de ver a Grecia, explícitamente al Puente Santa Anita. La diferencia es que esta versión me gusta. Particularmente por el uso ska de los vientos y por el rítmo mucho más ágil y dinámico, es una muy buena versión. Algo así hacen también en Ya se ha muerto mi abuelo de Juaneco y su Combo, pero ahí sí que no les sale tan bien. Creo que es necesario esperar al siguiente álbum de Bareto. Cuando ya no versionen clásicos y no tan clásicos de la cumbia y la chicha, cuando asimilen tanto sus caribbean roots como su cumbia en un sonido más solido, más amalgamado. Con fe, esperar, siempre, algo mucho más grande.


Paz Inverencial.

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